La verdad es que nunca tuve prisa por crecer, ni me quitaba el sueño mi futura profesión; porque veía que en el mundo de los mayores, todo era competencia, no faltaban los rencores y vivían para ser felices los fines de semana.
Pero como suele suceder, al igual que a todos, me gano el tiempo y en un dos por tres me vi adolescente, luego me extendieron un documento, que me permitía hacer las cosas que hacen los adultos si pagaba el precio.
Cuando era un niño,tuve tantas lecciones por aprender, tantas materias, tantos protocolos, tantos años de escuela...Y se les olvidó enseñarme a ser feliz o será que más bien me enseñaron a complicarme la vida.
Hoy en el otoño de mi existencia, me he matriculado en la escuela de desaprender, para ver si así vacío un poco mi cabeza y lleno mi corazón y se que de esta escuela también me iré de capiusa, porque me encontré en el pupitre de al lado, a ese niño que deje olvidado.
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