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sábado, 9 de julio de 2011

“Facundo Cabral”


“Facundo Cabral”

(Cuando Un Amigo se Va)

Siento una tristeza en el alma, que no me cabe en el pecho, siento el corazón desecho y he llorado a ese amigo y hermano de todos Facundo Cabral como se llora a un hermano. Porque tanto para mí como para millones el maestro hace tiempo que dejo de ser un extraño, con sus versos de colores nos ha acompañado desde antaño y la magia y encanto de sus canciones nos hacen vibrar de vida, paz y esperanza desde hace años…



Con vos Facundo y de tu voz aprendí que la libertas es innegociable, porque es un bien innegable con el que todos nacemos; tus pensamientos claros y sencillos fueron como destellos de luz venidos del infinito, cuando más de una vez,  hemos visto el jardín de nuestras vidas marchito, lúgubre y vacio.



Indio Gasparino, como te vamos a extrañar, porque aun que nos quedan tus coplas eternas, guardadas en discos, videos y escritos, tu lugar nadie lo podrá llenar… Vos dijiste; “No hay muerte, hay mudanza” y a nosotros nos queda la esperanza de que cuando nos mudemos, Dios nos de la bendición de tenerte como vecino.



Hoy siento un estupor, una tristeza que se mescla con impotencia y esto dicho, no desde la comodidad de quien observa, si no como quien también ha sufrido el flagelo de la violencia, en un país donde está la huella de Dios, aun que algunos no la quieren verla… Pero no podemos vivir como desahuciados porque eso sería como negar que un día te escuchamos o permitir que tus coplas caigan al olvido.  Vos que has sido más que un icono del pensamiento latinoamericano, pues para vos no habían extraños, porque todos eran tus hermanos. Sé que algunos no entendieron tu mensaje y por eso de forma prematura y salvaje te enviaron de viaje hacia ese lugar, donde algún día nos volveremos a encontrar.



¡Ojala! La justicia llegue y esto no lo digo con espíritu de venganza, si no como aquel que quiere que por fin sean desatadas las alas de la justicia y la libertad en una tierra a la que también amo Facundo Cabral, porque nosotros también aprendimos a amar a ese hombre que le puso voz a nuestros silencios eternos…Facundo tu partida me ha afectado, como en diferentes etapas de mi vida tus coplas afectaron y re guiaron mi pensar y mi sentir, pero vos que ya has dado ese brinco de fe a la eternidad regocíjate en el creador que un día te creo por amor, una amor tan grande que traspirabas por los poros, hoy solo se te decir, lo que Cortez con sabio atino más de una vez con vos canto:  “Cuando un amigo se va, queda un lugar vacio, que no lo puede llenar la llegada de otro amigo, cuando un amigo se va una estrella se ha perdido…”

Oxwell L’bu

viernes, 8 de julio de 2011

"Los Cuenteros"

“Los Cuenteros”
(Crónicas Inconclusas)
Caía la tarde en la “Ciudad de Piedra” el sol lucia cansado, la luna se miraba al otro costado esperándolo, para velarle el sueño; los grillos afinaban sus violines bajo las piedras, mientras las estrellas se envolvían con las nubes porque de pronto sintieron frio.

A falta de televisión, la imag ...inación creaba imágenes e historias, que por medio de la tradición oral, pasaba de generación en generación, sufriendo a su paso con las exageraciones, los detalles que se pierden y los que se agregan. Mas lo cierto es que los patojos, no perdían la ocasión para ir al parque a escuchar a los cuenteros, que tenían ese encanto de crear imágenes con las palabras y ponerlas en acción con tan solo la modulación de la voz y la gesticulación, que de por sí ya era todo un show. Ya para esa hora los patojos se habían cenado una tasita de café acompañada de una champurrada, frijolitos y pan francés. De las casas de teja roja, de portones de madera y un jardín en medio, el cual era el remedio para eso de la depresión, de esas casas de paredes altas y anchas, con ese aire antigüeño, salían los patojos rumbo al parque, porque querían escuchar, la historia que los cuenteros, hoy iban a contar.

De repente aquel cielo de nubes espumosas y azul de eternidad, empezó a transformarse, cual si fuera el escenario de una obra teatral… Un patojo se escondió en un matorral, porque sintió miedo, mas no quería irse, la atmosfera a todos había hechizado; el viento silbaba por las ventanas, como invitando a los adultos a unirse. De pronto el parque estaba abarrotado, los grillos dejaron de afinar sus violines y un aroma a rosas la atmosfera invadió. El cuentero pidió su pocillo de peltre con café y casi se trago el pan, pues hasta el cielo empezó a tronar ante la impaciencia de escuchar.

Todo se quedo en silencio y una nube de suspenso, se tendió sobre el parque central… El viento empezó a soplar, despeinado las cabezas y volando uno que otro sombrero, entonces pego un grito el cuentero ¡Silencio! ¡Silencio! Es todo lo que se escucha, solo una gota de una ducha molesta a los que duermen en las paredes…Un perro empieza a maullar, un patojo llora en su cama con ganas de ir a mear, mientras el viento hace rechinar a las ventanas, por donde escapan los fantasmas… ¡Hay mis hijos! ¡Hay mis hijos! Una mujer de blanco, pone de manifiesto su pesar, mientras el Cadejo, la ve atreves de un espejo; en un caballo viejo el Sombreron, provoca que a una doncella se le pare el corazón, mientras a falta de espacio en el panteón, el Sepulturero Sangrón entierra a los difuntos, parados en las paredes -¡Huy, qué horror! ¡Ave María purísima! ¡Gran poder de Dios! El cuentero espera a que se terminen las letanías, para seguir con la Historia. Nuevamente el silencio hace presa de la audiencia y el cuentero con diligencia se traga otra taza de café, pero el cielo se impacienta y un par de rayos acaba de lanzar. Todos se persignan y desde lo alto el volcán se empieza a carcajear.

Luego se escucha los cascos de un caballo, pegando en las piedras, las cuales parecen quejarse, un par de grillos saltan por aquí y por allá, mientras las luciérnagas azules parecen traer mensajes del más allá… con toda esa nueva introducción, el cuentero toma posición y sigue con la historia. – ¿Qué? Acaso no se han preguntado, el porqué de la anchura de las paredes de sus casas, acaso no se han dado cuenta que son el aposento de insectos que llevan en sus patas la sangre de aquellos que fueron enterrados con los ojos abiertos y hoy están despiertos… -¡Dios Santo! Puchica uste, agora hasta dentro de la casa voy a sentir miedo, como que no fuera suficiente con la Llorona, el Cadejo y el Sombreron paseando por las calles. Shhhh, Shhhhhhhh cállese señora. Si ustedes tocan las paredes de su casa notaran que al tocarlas, no son huecas y esto es porque los difuntos de los ojos abiertos descansan allí. –Hermanito Pedro, por vida tuya ruega por nosotros. Shhhh, shhhhhhhh. Llegara el día en que eso difuntos reclamen su descansó, porque, para ellos no se aplica aquel dicho popular: Para el que quiere morirse, aun que parado lo entierren. ¡Hay Hermanito Pedro, suena tu campana! Ya cállese porfa doñita, ¡Cálmese! Es solo una historia. En eso el cielo vuelve a tronar y los patojos sienten que se les sale el corazón. Las Ruinas de Santa Clara y todas las demás, están plagadas de almas que esperan su sepultura, son inocentes que murieron con los ojos abiertos y nadie rezo por ellos, porque nadie supo de su existencia, porque nadie supo que murieron…Pero hoy están mas vivos que muertos; en eso nuevamente el cielo empieza a tronar y desde allí las almas al recordar sus cuerpos empiezan a llorar… Todos salen corriendo buscando donde resguardarse de una lluvia que trae hasta granizo. En pocos minutos el parque queda desierto, como si todos hubieran muerto, entonces los grillos empiezan su serenata y las rosas desde los jardines los escuchan y el cuentero toma su pocillo de peltre con lo último que le queda de café y se va silbando, acompañado de las luciérnagas azules, por el bulevar donde se prohíbe olvidar…
Oxwell L’bu Copyright © 2011
Foto: Veronica Donis