Como rompecabezas que ha perdido una pieza, se queda muchas veces el corazón, cuando ha sufrido, cuando ha perdido, aquello que era el objeto de su amor.
Porque aquello que se ama, cuando se va, cuando se pierde, se lleva una parte de nuestro corazón, pero en la justa proporción siempre nos deja algo, quizás una pieza que no encaja, quizás un vacío que no se llena.
Pero si se viviera siempre con temor, no habría lugar para el amor y la vida se tornaría vacía, sin brillo, sin alegría, seríamos como aquel que camina en el desierto, suplicando saciar una sed infinita.
Donde está tu corazón, allí está tu tesoro, aquello por lo que vale la pena vivir, por lo que tiene sentido existir e incluso por lo que valdría la pena morir...
Pero hay que cuidar hacia donde se inclina el corazón, hacia donde nos hará caminar, pues quizás sea un punto del que sea difícil regresar. Por eso cuida tu corazón, no confundas ese deseo legítimo de trascender, con la popularidad o la fama, que en verdad son cosas vanas. No te afanes en cosas que hoy son y mañana ya no importan; no te creas sabio un tus desiciones y opiniones, aprende. Mira que muchas veces el medio que empleamos se adueña de la meta.
Cuida tu corazón, más no por ello lo endurezcas o lo sities con una muralla infranqueable, porque ciertamente te protegerá, pero también traerá una soledad insoportable.
Que el Supremo dador, renueve nuestro corazón y lo haga conforme a su amor; un corazón llego de gozo y gratitud, un corazón que sepa amar y dar, pero también sufrir sin maldecir, porque muchas veces el rompecabezas de la vida, no se comprende y solo muestra su belleza, cuando en el transcurso de la vida, se va armando, pero siempre faltarán piezas si se renuncia al amor.
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