Vistas de página en total

sábado, 8 de mayo de 2021

“Una carta a la eternidad”

“Una carta a la eternidad”
Estoy en la soledad de mi habitación, mis recuerdos nadan en medio de las tinieblas de tu ausencia, contemplando tu fotografía, me he puesto un poco de tu perfume con el afán de evocar un poquito de tu presencia. Hay dos velas que iluminan mi esperanza, pero son tan densas las sombras de la ausencia.

Se que está carta, quizás no debía de escribirla, al menos que consiguiera sobornar a un ángel, para que te la leyera; pero que puedo hacer, cuando el corazón quiere expresarse, el no entiende de explicaciones y mis razones son insuficientes para convencerlo.

Lo cierto, es que desde que vos partiste, me prometí, no volver a escribir nada que te evocara, por el dolor que me provocaba y evitar a toda costa leer lo que antes te había escrito, esas cosas que provocaron tus lágrimas cuando las leíste o las que escribía pensando en vos, cuando venía el día de la madre.

Pero ya vez, por eso evito prometer, por lo difícil que es cumplir y hoy estoy aquí, tres años después, en este mes en el que partiste y en el que cuando te fuiste te llevaste una parte de mi, que aún sigo tratando de rellenar con la parte de vos que quedó en mi, pero ya vez nunca he sido bueno con los rompecabezas, prefiero los laberintos, porque aunque no encuentre la salida, tampoco me dejan en el mismo lugar.

Las velas han empezado a hacer un ruido extraño, parecen debilitarse, mientras el aroma de tu perfume, se ha expandido en toda la habitación y mañana al ponerme la ropa, más de alguien notará que huele a perfume de mujer y quizás se preguntaran de quien se trata y solo yo sabré que llevo olor a vos; ojalá mi alma también se impregnara con un poquito de tu presencia.

Hay más de alguien, que me ha dicho con buena voluntad: Su madre lo cuida desde el cielo, desde allá lo mira... Y yo sé, que no es así, porque de serlo, cómo podría haber descanso eterno y no creo que Dios permitiría esa angustia  de los están en el cielo, al ver las dificultades de los que se quedaron y no poder hacer nada, para aliviarlas.

Por eso insisto, que está carta, no la debería de escribir, pues quizás solo es una catarsis, para mi, no porque pretenda lavar mis culpas o me esté recriminando por lo que no hice por vos, porque comprendo, que lo que se hace nunca es suficiente, pero Dios sabe que hice todo lo que pude.

Las velas nuevamente se avivaron, hay un silencio casi insoportable, porque me confirma que sigue aquí la soledad y aunque es verdad que he aprendido a convivir con ella, también lo es, que a veces quisiera mandarla de vacaciones.

De mi temprana infancia tengo recuerdos que llegan como ráfagas de vientos, son tan vividos, que me parece estarte contemplado, cuando me sacabas de la cuna y podía ver tus ojos color de aceituna y me arrullabas cantándome boleros, hoy solo escucho el eco de tu vos, en esos discos con la música que vos cantabas.

Tengo la sensación, como si todo eso hubiera ocurrido ayer, pero ya soy un hombre en pleno otoño y con sus canas, ya no soy ese niño que vos cuidabas, el mismo que corría a tus brazos, al que le daba vergüenza tan siquiera leer los versos que en la escuelita te escribía.

Sabes hay dos canciones, que escribí, hace más de 30 años y las cuales nunca comprendí, hasta que adquirieron sentido antes los acontecimientos,  una de ellas, casi te la canté:

Desde que tú has partido,
me invadió la soledad
y busco entre tus discos,
tus palabras tu comprensión 
y me abrazo a tus blusas,
buscando tu calor,
pero tú no estás.

Dicen que es obsesión,
pues tu perfume es mi loción,
es una forma de conservarte,
en mi corazón.

La otra nunca te la dije, quizás porque en el fondo, tenía miedo de que cobrara vida:

El fantasma de tu amor,
me despierta en las madrugas
y no podré sobrevivir,
quisiera olvidarte y no lo 
consigo a donde quiera va
conmigo el fantasma de tu 
amor.

Como quisiera que esta
noche, despertarás 
de tu sueño eterno
y vieras la luz de esa
estrella brillar,
que te dirá mi mensaje
de amor.

Pues es precioso que lo sepas,
que te busco y no te encuentro,
que el tiempo pasa sin avisar,
que no te olvidó aunque 
no estés presente,
pues en mi alma y en mi mente,
tú por siempre vivirás.

Las velas casi se apagan, quizás es hora de dejarte dormir, pero antes déjame confesarte, que si bien como un acto supremo de fe, te puse en las manos del Creador, en verdad hasta el día de hoy, no he aprendido a vivir sin vos...

Oswaldo D’Leon

PD Cuando vuelva a verte, no se si la muerte me haya despojado de mis versos, pero de una cosas estoy seguro, no podrá despojarme de este amor. 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario