“Si la niñez, no se hubiera ido”

 “Si la niñez, no se hubiera ido”

Si la niñez , no se hubiera ido, el mundo sería más divertido y la vida un tiempo de recreo...

Apurado por esas prisas de crecer, para no quedarse rezagado, por los que decían, que la libertad la habían logrado, porque ahora podían hacer lo que les venía en gana, pero nunca lo hacían, para no perder la aprobación... En esa prisa un día la niñez se fue sin despedida y dejó en un rincón de la habitación los pantaloncitos cortos, las canicas y los trompos y esas cositas construidas con sus manos, con las que jugaba.

Entonces se dio a la tarea de crecer, de aparentar el ser mayor, sin aspiraciones a ser señor, pretendiendo ser lo que no era, cambiando su mundo por una esfera, que no deja de rotar. Y sin embargo aquel niño se quedó en un rincón, de su corazón, esperando a que llegara el día, en que le abriera la puerta.

Se empeñó en crecer y al crecer, no lo podía creer, pero las cosas de los adultos eran tan aburridas, poco divertidas, porque lo lindo de la vida, lo vivían postergando...

Llegó el día en que se enamoró y probó el fruto dulcemente amargo del amo, lo impactó ese primer beso, pero también le causó una profunda herida aquella primera ilusión.

Hizo todo aquello que se esperaba de él, aprendió a priorizar lo urgente en detrimento de lo que es realmente importante en la vida; se aplicó en los estudios y consiguió colgar un par de títulos en la pared; aprendió a trabajar en una jornada, la cual esperaba que pronto terminara; adquirió compromisos para adquirir la calificaciones responsable, se matriculó y adquiero un número en el cual se diluye su identidad.

Han pasado los años, desde aquellos días, en que su alma era un espejo, el fiel reflejo de sus sueños; hoy el vino está añejo y cuando destapa la botella, le abre la puerta a aquel niño, al que nunca supo darle despedida, porque el es lo mejor, que le pasó en esta vida.

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