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sábado, 23 de marzo de 2019

Y me sonrió...

“Y me sonrió...”
Varios meses invernando y el corazón preguntando, cuándo vendrá la primavera...

Salí de mi trinchera un día cualquiera, con la intención, de que la vida me sorprenda. Con un bello atardecer, un cielo bordado de estrellas, una luna esplendorosa o cualquier otra cosa, que no sean, esos días lúgubres.

Soy de esos, que son fáciles de sorprender, más no de impresionar, soy de esos que se pierden entre el montón, pero eso si, pienso por mi mismo, pregunto sino entiendo y soy feliz con lo cotidiano. Tengo aberración con la rutina, soy irreverente ante los que se sienten de la realeza y la verdad es que la etiqueta me da pereza.

Busco al Creador con el corazón y me identifico, con el Dios de Spinoza, porque saben una cosa, de verdad el es unipresente y se manifiesta así tan de repente.

Camine sin rumbo, sin reloj y menos celular, porque aunque no lo crean, detiene el andar, si suena se queda uno en el mismo lugar, por 15 minutos, una hora, un año o para toda la vida.

Tome un atajo sin camino, que me conducía a cualquier lugar, no me importaba, pues lo que quería era caminar y poder contemplar, lo que la nieve tenía cubierto y comprobar, que mi árbol, aunque desnudó, no ha muerto y pronto volverá a reverdecer.

Yo estaba solo allí, sin prisas, sin la impaciencia de lo urgente y de repente, ella me sonrió... Fue una sonrisa espontánea y por de más encantadora, fue una de esas sonrisas que dibuja el viento y a las cuales el corazón responde, acelerándose y suspirando, pues es una sonrisa que enamora.

Ella me sonrió, de una forma sutil, más elocuente; ella me sonrió y me beso en la boca, con un beso tan dulce y apasionado como nadie me a besado, porque así besa la vida.
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