Ser padres, es un camino lleno de renuncias, de entrega y sacrificios, que los hijos desconocen, hasta el día en que llegue a ser padres...
Todos queremos darle a nuestros hijos lo que no tuvimos, darles las oportunidades que la vida nos negó y sobre todo lo mejor. Pero qué es lo mejor? Según nosotros, según ellos o la opinión de los demás...
Mis guapos eran especialistas en pedir lo que no se tenía, lo que no vendían en las tiendas, lo que exigía, creatividad e imaginación. Para su cumpleaños, pedían una piñata que no existía( pues aquí en Chicago, no había una fábrica de piñatas) por lo que había que empezarla a hacer con semanas de anticipación; conseguir los materiales, hacer la estructura y el diseño y volverse en experto en interpretar su imaginación y nos pasábamos con su madre días y noches haciéndolas. Si era en los experimentos de escuela, no se conformaban con el típico, de la semilla de frijol en el vaso de agua, pedían desde procesos electroliticos, imanes con energía variable y cosas por el estilo. Para el disfraz de halloween, siempre pedían uno que en las tiendas no vendían y había que diseñarlo y conseguir o hacer los accesorios y sin ser sastres, ni diseñadores se los hacíamos.
Para jugar, no les bastaban los juguetes, había que jugar con ellos, pues el juego era algo serio e importante; si jugábamos de cazar dinosaurios debía de haber un traje de cazador y usarlo.
Las cosas que mis guapos querían, no eran tan sencillas, como irlas a comprar, porque no las vendían en las tiendas, porque era el tiempo que corría, una gran dosis de imaginación y sobre todo el corazón. Nunca les ha importado la marca de la ropa, sino que al escogercelas se tome en consideración sus gustos.
Han pasado los años y yo no sé, si todo eso y más, ya lo habrán olvidado, yo no sé en cuantas cosas he fallado y tratando de dar lo mejor, me he olvidado de lo más importante. Pero si se, sin una pizca de duda, que en todo ha ido el corazón y una dosis de amor y ese empeño de hacerme parte de su mundo pequeño.
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