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domingo, 10 de noviembre de 2019

“Los rostros de la soledad”

“Los rostros de la soledad”
He contemplado el rostro iluminado de la luna y también su lado obscuro, ese que no refleja ni su sombra...

Vamos entre luces y sombras, entré aciertos y errores, gravitamos entre el amor y el desamor y todo lo soportamos, pero no el lado obscuro y amargo de la soledad. Esa soledad ineludible, esa cuyos abrazos son fríos como la muerte, esa cuyos besos de hiel erizan más allá de la piel.  Esa soledad que diluye la pasión, esa que apaga los deseos, esa que cuando se reviste con el sin sentido, parece como si fuera apagando, cada latido del corazón.

Es como la lluvia, que de gota en gota, inunda al rio, porque muchas veces lo que creemos éxito, oculta lo que el fracaso pone al descubierto. Como los falsos amigos, el amor que confundimos con compañía, el interés que amor no es...

Pero la soledad, como la luna también tiene ese rostro luminoso, que nos da luz para adquirir el conocimiento sobre nosotros mismo. Enseña cómo ser buena compañía para uno mismo, para luego poderlo ser para alguien más...

En esos diálogos con la soledad aprendemos a escucharnos y vamos descubriendo cosas, que desconocíamos de nosotros mismos, pero sobre todo cuando es una soledad contemplativa, permite y propicia ese encuentro con Él supremo.

Es en la intimidad de la soledad, donde se dan esas visitaciones celestiales, que inundan con su presencia nuestra existencia, lo cual nos lleva a descubrir nuestro destino hacia lo eterno...

Dicen que la soledad, es mala consejera, pero en realidad es ella quien va depurando nuestros pensamientos, para que florezcan nuestros verdaderos sentimientos, sentimientos que nos trascienden y encienden una luz de esperanza.
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