“Y Francisco se abrazo a la Cruz...”
Lo contemplo por largas horas, sin contar el tiempo, solo viviendo ese momento de estar a solas con el Redentor, necesitaba tanto llenarse de su amor.
Vamos por la vida siempre a prisa, solo mirando, no contemplado la belleza de la creación. Nos gastamos la vida en cosas que urgen, que no pueden esperar, sin detenernos a pensar, que es la vida quien no nos espera.
Ojalá Dios me concediera esa sabiduría, que me sacudiera la apatía y cómo Francisco, me abrazar a la Cruz, para venerarla, para adorar al Crucificado, que de vez en vez pasa a mi lado y no lo he podido reconocer. Necesito tanto de ese abrazo a brazos abiertos, que cuando se cierran se siente el estremecimiento del corazón.
Francisco, lo sabía y por eso dejaba todo, para estar a solas con su Señor. Nosotros témenos y rehuimos a la soledad, será porque con ella enfrentamos nuestra realidad y nos confronta con todo aquello de lo que queremos escapar.
Pero si permitiéramos que nos abrazara y en ese abrazo miráramos la Cruz, es seguro que nos iluminaría esa luz, amorosa que es Cristo Jesús.
Francisco se abrazo al madero y en un instante sintió el peso de los pecados del mundo entero y lloró, lloro porque el Amor no es amado... Y entonces lo abrazo y cubrió con su túnica, la desnudes del Crucificado y sin darse cuente él también quedó desnudó y crucificado en la cruz...
Y así estigmatizado, salió a proclamar que el Amor no es amado, porque el mundo ha olvidado, el sacrificio de la Cruz... Este mundo que habla tanto de paz y de Jesús, pero que tiene el corazón en otras cosas, cosas temporales y vanas, que llenan por un momento, que dan un ligero contentamiento y luego dejan un gran vacío que entristece el alma, hasta la muerte.
La cruz que fue símbolo de castigo, humillación, vergüenza y terror, Jesús la transformó en el símbolo supremo del amor y clavado en lo alto prendió una luz, para que nadie se pierda, si cree en Cristo Jesús.
Inspirado en un momento de contemplación
y veneración a la Cruz. (Viernes Santo)
Oxwell L’bu
Lo contemplo por largas horas, sin contar el tiempo, solo viviendo ese momento de estar a solas con el Redentor, necesitaba tanto llenarse de su amor.
Vamos por la vida siempre a prisa, solo mirando, no contemplado la belleza de la creación. Nos gastamos la vida en cosas que urgen, que no pueden esperar, sin detenernos a pensar, que es la vida quien no nos espera.
Ojalá Dios me concediera esa sabiduría, que me sacudiera la apatía y cómo Francisco, me abrazar a la Cruz, para venerarla, para adorar al Crucificado, que de vez en vez pasa a mi lado y no lo he podido reconocer. Necesito tanto de ese abrazo a brazos abiertos, que cuando se cierran se siente el estremecimiento del corazón.
Francisco, lo sabía y por eso dejaba todo, para estar a solas con su Señor. Nosotros témenos y rehuimos a la soledad, será porque con ella enfrentamos nuestra realidad y nos confronta con todo aquello de lo que queremos escapar.
Pero si permitiéramos que nos abrazara y en ese abrazo miráramos la Cruz, es seguro que nos iluminaría esa luz, amorosa que es Cristo Jesús.
Francisco se abrazo al madero y en un instante sintió el peso de los pecados del mundo entero y lloró, lloro porque el Amor no es amado... Y entonces lo abrazo y cubrió con su túnica, la desnudes del Crucificado y sin darse cuente él también quedó desnudó y crucificado en la cruz...
Y así estigmatizado, salió a proclamar que el Amor no es amado, porque el mundo ha olvidado, el sacrificio de la Cruz... Este mundo que habla tanto de paz y de Jesús, pero que tiene el corazón en otras cosas, cosas temporales y vanas, que llenan por un momento, que dan un ligero contentamiento y luego dejan un gran vacío que entristece el alma, hasta la muerte.
La cruz que fue símbolo de castigo, humillación, vergüenza y terror, Jesús la transformó en el símbolo supremo del amor y clavado en lo alto prendió una luz, para que nadie se pierda, si cree en Cristo Jesús.
Inspirado en un momento de contemplación
y veneración a la Cruz. (Viernes Santo)
Oxwell L’bu
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