Me gusta buscar el Creador en ese templo sin paredes, cuyo techo es el cielo azul infinito, en el que se tienden alfombras verdes para arrodillarse y en el que el aroma del más exquisito a incienso proviene de los aromas de las flores… Un templo donde las velas que se ven brillar son las estrellas del cielo y la luna es el reflejo de la luz de la fe…Allí donde se siente plena su presencia y el alma suele exclamar: “Todo lo que respira que alabe al Señor”.
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